En la vida me he encontrado con multiples vidas; mujeres que se construyeron u ocuparon roles predestinados: domésticos, profesionales o simplemente, hojas al viento.
Sin embargo, hay tres que jamás me gustaría interpretar:
La mujer de 45, con 3 hijos que son una lata y un esposo con panza chelera. Ella por el tiempo perdió la cintura, usa trajesitos de blusa y falta, todas las quincenas sale a comprar la comida de la semana y lo que hará falta en la casa. Tiene que calzar zapatos de tipo porque los tacones la mata. Pasa demasiado tiempo de pie haciendo las labores domesticas. No usa sandalias porque sus uñas tienen hongos y sus talones están partidos. Su piel diariamente se quema cuando hace cola para comprar tortillas.
Algo más: Vive en un Infonavit y leé novelas de Corin Tellado.
La Celestina de Barrio:
Solterona, con varios hijos que siempre visten pañales y playeritas blancas, se la vive como si tuviera 25 años cobijada en casa de mamá. Se revienta en los antros para encontrar un nuevo marido. Trabaja en cualquier empleo; ella jamás tuvo una profesión. Aún sueña con el principe azúl que la sazará de ese callejón donde lleva siglos.
La Idealista Intelectual:
Por sus metas en la vida y su fundamentalismo arraigado, tiene una profesión, no cree en el amor, ya fracaso muchisimas veces. Sufre continuas depresiones, por lo menos más de la mitad del año se la pasa lamentandose. Va a trabajar en un empleo que nunca la satisface, hace todo por destacar y valerse por si misma. Nunca ha viajado. Nunca publico un libro. Nunca cumplio todos sus sueños. Nunca va a matar a un escritor, porque nunca pudo planear un asesinato.
Ésta es la mujer a la que más le temo. Puedo ser yo, en cualquier momento.