12 febrero 2006

Las rocas grises


Sonaba la canción una y otra vez. Camino lento con su vestido flotando en viento frío.

Mojaba sus labios de continuamente para evitar los surcos ardientes que se forman en ellos.

Cerca se encontraba el pueblo que era su destino, sin embargo, le faltaba por cruzar una quebrada peligrosa y llena de arbustos espinosos. Sus pasos, blancos, fueron lastimados por los terrones bravos del sendero pero cantaba para olvidarse de ello, igual que la melodía que repetía en su cabeza. Era muy curioso que una mujer tan frágil se montara en un frenético rock, pero así era. Toda la canción era estremecedora, con cada nota imaginaba un teatro a su alrededor lleno de sombras danzantes que se iluminaban en colores dramáticos. Creó hombrecitos de todos tamaños, algunos tocando metales, niños parecidos a faunos que se metían entre el follaje y se perdían en las copas de los árboles, otros muy extraños que no puedo describir, pero eran tan grandes y graciosos...

Púrpura organizo la música, tomo una piedra afilada para grabar sobre una pared rocosa la gran obra.
Primero hizo sonar los ritmos lentos, y dibujo a los niños, después ideó los sonidos fuertes y trazó a los hombres grandes; al final, escupió en el centro de todas aquellas líneas, por último pinchó su meñique para derrarmar gotas de sangre que le darían color a sus animaciones: los nuevos habitantes de la quebrada.

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